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Pyrenaica

mendia ikonoaEl Rincón
del Tachamontes

Muchas veces me he preguntado por las razones que nos han llevado, a mí y a otros como yo, a dedicar buena parte de nuestras vidas a ascender montañas. Si sumásemos el tiempo que hemos consagrado a esta actividad probablemente descubriríamos que han sido centenares de jornadas, decenas de semanas y hasta puede que algún que otro año. Se trata de mucho tiempo, más del que solemos dedicar a otras tareas que, en apariencia, revisten más importancia.

El responsable de inocularme esta afición –no tengo ninguna duda al respecto– fue mi propio padre. Sin embargo, su asistencia y compañía no se prolongaron mucho más allá de la adolescencia. A partir de ese momento, comencé a navegar en solitario, planificando las salidas y tratando de valerme por mí mismo, porque la semilla ya había comenzado a echar raíces y crecer hasta convertirse en lo que es hoy en día. Al llegar a este punto es cuando me pregunto por las razones de una fiebre que no me ha abandonado desde entonces, por el acelerante que inició un fuego que sigue ardiendo más de cinco décadas después.

Mentiría si dijera que lo sé. Imagino que cada uno de nosotros tenemos nuestras propias motivaciones y que estas últimas cambian de año en año o en función de nuestros estados de ánimo o de los acontecimientos a los que debemos hacer frente. Lo único que puedo asegurar es que esta pasión por la montaña me ha proporcionado emociones y certezas que, de otra manera, no hubiera sido capaz de vivir o concebir como, por ejemplo, el asombro, el entusiasmo, la libertad, la percepción de la belleza y la conexión que une a todos y cada uno de los seres que formamos parte de este mundo.

Estos sentimientos no debieron ser ajenos para el recientemente fallecido Ángel Rosen, al que todos recordamos como integrante de las dos primeras expediciones vascas al Everest (1974, 1980), como tampoco lo deben de ser para Josu Granja, uno de los descubridores del único maelström existente en las costas de Euskal Herria, o para los restantes colaboradores que figuran en el sumario de esta nueva edición de Pyrenaica. Y es que, para quienes la amamos, la montaña es y seguirá siendo un lugar en el que la magia sigue estando presente y al alcance de nuestras botas y manos.

Jauregui Ezquibela, Iñigo

Pyrenaica revista

Pyrenaica 296 (2024)

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